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sábado, 20 de octubre de 2012

La locura planetaria del hombre supersónico

 
La inolvidable, dramática imagen de Felix Baumgartner, asomado al abismo estratosférico desde el que se lanzó para convertirse en el primer hombre supersónico, ha dado la vuelta al mundo. Hacía mucho tiempo, quizás desde los tiempos gloriosos del programa Apolo, que una hazaña aeronáutica no generaba tanta expectación planetaria.
Mientras la NASA se encuentra en el momento más humillante de su historia tras la jubilación de los viejos transbordadores, y cuando a muy poca gente le interesan ya las rutinarias subidas y bajadas de la Soyuz a la Estación Espacial, ha tenido que ser un piloto austriaco patrocinado por una marca de bebidas el que ha logrado convertirse en el primer gran 'trending tropic' aeroespacial de la era Twitter.
Por una curiosa casualidad, debido al aplazamiento del salto estratosférico previsto inicialmente para el pasado martes, la hazaña de Baumgartner coincidió el domingo con el 65º aniversario del mítico vuelo de Chuck Yeager, el primer hombre que logró superar la barrera del sonido a bordo de un avión X-1 en 1947. Y no cabe duda de que la espectacularidad y la atención global despertada por Baumgartner recuerda a los grandes héroes de otros tiempos, como Yeager y Lindbergh, o Gagarin, Glenn y el propio Neil Armstrong.
Lo que está claro es que el sueño de volar, llegar más lejos que nadie y superar viejas fronteras sigue muy vivo en el siglo XXI. De hecho, el mito de Ícaro refleja una aspiración que parece estar profundamente enraizada en el ADN del 'Homo sapiens' y es algo que nos diferencia como especie. Somos excéntricas, insólitas criaturas capaces de arriesgarlo todo para culminar el sueño temerario de lanzarnos al vacío desde la estratosfera, aunque nos juguemos la vida para lograrlo.

El sueño de volar

Hoy sabemos que compartimos más del 95% de nuestro genoma con los chimpancés. Pero si pudiéramos dialogar con alguno de nuestros parientes simios, seguro que le costaría muchísimo comprender la disparatada locura de un primate 'evolucionado' que es capaz de saltar desde 39.000 metros de altura para vivir emociones fuertes.
Cuando un periodista de 'The New York Times' le preguntó a George Mallory en 1923 por qué quería alcanzar la cumbre del Everest, el explorador británico le contestó: "Porque está ahí". Y cuando John F. Kennedy impulsó la creación del programa Apolo en su mítico discurso de 1962, el presidente recordó la frase de Mallory y proclamó: «el espacio está ahí, y lo vamos a escalar».
El ser humano quizás sea el animal más irracional de la Tierra, porque es el único capaz de lanzarse al vacío en caída libre para convertir en realidad sus delirios de grandeza. Pero si no fuera por esa quijotesca irracionalidad, probablemente seguiríamos en las cavernas. Y será esa misma locura la que antes o después nos llevará a pisar el suelo de Marte, con una audiencia planetaria todavía mucho más masiva que la del primer hombre supersónico. Como dijo Max Weber, "el hombre sólo ha conseguido lo posible porque una y otra vez ha intentado alcanzar lo imposible".

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