¡Viva el ciclismo! Viva el ciclismo valiente, ofensivo, épico, arriesgado, que no especula, que apuesta, que no tiene miedo, que no piensa en el mañana, que solo mira al presente, que entretiene, que divierte, que te levanta de la silla, que te hace gritar, que te consigue animar. Esto es lo que tengo que decir tras ver la etapa de hoy del Tour, el mayor espectáculo sobre la bicicleta que he visto en muchos años.
Me da igual que la etapa se la ha llevado Rolland, que Contador haya sufrido al final, que no vaya a estar en el podio de esta ronda gala. Eso no me importa por un sencillo motivo: hoy el de Pinto ha sido el principal protagonista de una etapa que le engrandece, que demuestra que es un campeón, un fuera de serie, uno de los mejores de siempre, uno de esos que no se conforma con nada, que te hace disfrutar.
Su ataque a 90 kilómetros de meta en el Col del Telegraphe ya está en la historia de este deporte. ¿Ha sido efectivo? Si uno mira a la clasificación de la etapa y de la general, no; si uno mira a lo que ha transmitido, sí.
Dentro de unos años poca gente se acordará de este Tour perdido, pero seguro que nadie, absolutamente nadie, se olvidará de lo que hoy ha sucedido. Pero sería injusto mencionar solo a Contador, aunque sea el protagonista de una obra preciosa. Una obra que ha tenido otros actores de auténtico lujo.
Andy Schleck ha estado soberbio, sensacional. Se ha marchado con el español en el Telegraphe, le ha relevado en subida, en bajada. Todo tras pegarse ayer una paliza tremenda, en la que reventó la carrera como un auténtico valiente, en la que calló a todos aquellos que decíamos que tenía miedo. El luxemburgués ha llegado a la cima del Alpe D'Huez junto a Evans, con quien se va a jugar el Tour en la crono final, y lo ha hecho literalmente roto. Al menos ha tenido su premio y ya viste de amarillo.
Qué decir del australiano, de Evans. Pues que se acabó eso de chupar rueda, de ser esa garrapata que se agarraba al cuello de los rivales y no les soltaba. El del BMC ha respondido a todos los ataques, lo ha puede haber hecho mejor o peor, pero el caso es que se ha atrevido, que ha sido valiente. Éste también tiene su recompensa: se va a jugar la ronda gala en su terreno, en la crono en la que su gran rival es aparentemente inferior.
Osado también ha sido Voeckler, que se ha atrevido a salir al ataque de Contador a 90 kilómetros de meta. Luego lo ha pagado, demasiado ha hecho con estar entre los mejores hasta hoy.
Samuel también es un guerrero. Ha estado a punto de ganar la etapa. No se ha rendido nunca, dejándonos increibles recuerdos en este Tour. Su alianza con Contador ha sido preciosa, verles bajar juntos tratando de descolgar al resto de rivales estos días no será fácil de olvidar.
Todos estos corredores forman un perfecto reparto coral, a la altura de unos Alpes majestuosos. Pero sin Contador nada sería lo mismo. Su forma de correr engancha. Ataca siempre que puede, no piensa en el futuro, solo mira al momento, pese a que a veces pueda perder más ganar. La jugada hoy no le ha salido del todo bien o puede que sí.
Todos recordamos los ataque de Chiapucci a Indurain camino de Sestrieres, como Pantani dejó clavado a Ullrich en un Galibier mojado frío, diferente al que se ha encontrado Alberto. A todos nos hablan de Ocaña, de sus duelos con el tremendo Mercks, el canibal que todo lo quería ganar. Y si hablamos de épica, quién no recuerda al gran Perico Delgado.
Contador forma ya parte de este elenco de ciclistas, con el añadido de que ya tiene tres Tours, dos Giros y una Vuelta. El espéctaculo que ha encabezado hoy nunca se podrá olvidar. Dentro de muchos años uno dirá: "Yo vi el Tour de 2011". A lo que la gente responderá: "¿Cuál, el del espectáculo, el de los ataques, el de la épica?" Entonces el que les escribe expondrá: "Sí, ése, el que Contador no ganó, pero el que ni él ni nosotros podremos olvidar".
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